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Mostrando entradas de agosto, 2009

ONE, más volumen por favor.

Si alguna vez tocaste la guitarra, seguro lo intentaste con este tema. Si alguna vez tuviste melena, seguro la agitaste hasta partirte el cuello (a partir del min 4:50 del vídeo puede ser peligroso) Si alguna vez bebiste cerveza en un tugurio oscuro, seguro los bajos te hicieron retumbar por dentro. Yo nunca toqué la guitarra, ni siquiera lo intenté. Jamás gasté melena, y tampoco me adentré en lo oscuro de los tugurios. Al menos que yo recuerde.

Sequía veraniega ¿no?

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¿Quién eeeeres tuuuuuu? Aquí nadie fuuuuma, nadie colaboooora.

El Rey

Anoche fue el aniversario de la desaparición de Elvis Presley. Cuentan los entendidos que Elvis se sintió indispuesto en plena noche, cogió un libro sobre la sábana santa que estaba leyendo y con el se encerró en el WC (era el Rey, pero tenía costumbres bien corrientes, no digas que no). Nadie volvió a verlo. Y que las mentes sospechen lo que quieran. A partir del minuto 2:28 enloquece, y el mundo con él. El vídeo no es de la mejor calidad, pero anoche tuve la ocasión de verlo como es debido, con tomas de cuerpo entero, primeros planos de su sonrisa contenida, buen sonido, pantalla grande... Termina una sudorosa y con dolor de abductores solo de verlo. Y la cara de la negrita mientras El se le acerca es un poema. Es que en Little Graceland sí saben cómo honrar al Rey...

Tengo hambre, tengo prisa y tengo calorrr ¿qué hago?

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Hace tiempo que en mamaquierosermoderna nos damos de comer a nuestros lectores... y no será porque nosotras no estemos de buen comer, no. Hoy como sola, hace calor y no tengo ganas de andar entre pucheros. Llevo toda la mañana enredando entre libros que cuentan historias de todas las partes del mundo y, mira tu por dónde, me he tropezado con éste: Un cocina tan grande como el mundo, ed. Kokinos. Me lo regalaron unos agradecidos esta primavera. El caso es que tenía en la despensa una caja de cucús abierta desde el siglo pasado, y ganas de hacer un tabulé desde hace tiempo. Todo confluye en una receta buenísima y de elaboración rápida y sencilla, no hace falta ni que tomes nota: He salido a la huerta y he cogido 2 tomates maduros, un pimiento verde pequeño, una rama de perejil y un par de ellas de menta. Un diente de ajo (medio si luego tienes intenciones de susurrarle a alguien al oído), medio vaso largo de aceite bueno, sal y un trocito de cebolla, ah, y un chorrete de limón. Todo a

De profundis.

Las gentes de tierra adentro vivimos con la eterna nostalgia del mar. Pero luego, en la orilla, nos sentimos desamparados. No sabemos interpretar las señales, el viento nos desconcierta, el salitre nos quema la piel. Los abismos no nos resultan del todo desconocidos, pero la profundidad de las aguas distorsiona las imágenes y los sonidos acuáticos nos desorientan. Ir, mojarse lo pies. Volver y seguir añorando desde el páramo. Y, tal vez en mitad del invierno, meter una mano en el bolsillo y encontrar unos granos de arena para querer volver. Bellísima la película de Miguelanxo Prado.

El concursante

Y ¿qué hacemos?, ¿guardamos los duros en un calcetín?, ¿nos echamos al monte? aissss...

Mano

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Imagina que una vez tuviste seis dedos en una mano. Imagina que esa mano te hacía sentir, te dolía, te acariciaba, te curaba, te daba tortos si era menester. Imagina que un día te amputaron el sexto dedo. Tu mano quedó tan bonita con sus cinco dedos. Te hacía sentir, te dolía, te acariciaba, te curaba, te daba tortos. Imagina que, tiempo después, viste por ahí a tu sexto dedo. Ya no era de tu mano, no se sabe si era de otra, pero no era de la tuya. Entonces el muñón continuó doliendo. Y digo continuó porque siempre había dolido. Imagina que esta noche hay casi luna llena y no puedes dejar de pensar en tu sexto dedo. Imagina. Pues no es el caso.

A veces uno se enamora...

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...y lo hace sin remedio, perdidamente. Entonces el objeto de amor se convierte en un cúmulo de gestos, movimientos, detalles que quisieras no se escapasen: ese minúsculo lunar en el dorso de la mano, ese gesto mecánico para subirse las gafas, esa carcajada sonora que te encandila, esas palabras que solo has oído de su boca. El mechón de pelo distraído sobre la frente pálida. La manera única en que pronuncia tu nombre. La sonrisa esquiva que le cruza la cara cuanto te sorprende mirando. Cada instante a su lado se transforma en todo un acontecimiento para el recuerdo, en una postal a la que el tiempo se encargará de añadir destellos dorados. Eso es amor y, fíjate bien, a veces dura solo un par de horas y después, todo se vuelve anodino. Fíjate bien, puede sucederte con cualquiera: un conferenciante feo, tu hermana, ese viejo amigo, la tendera que te vende el pan a diario, incluso con tu marido o un desconocido.