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Mostrando entradas de agosto, 2015

Es una mierda el deseo a veces.

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Lo más duro no es rastrear olores como una perra. Ni escuchar compulsivamente esa canción. El gusto amargo en el paladar que distorsiona el sabor de tus guisos, ni las intermitentes ganas de reír y llorar (reír cuando te acuerdas; llorar, sabes que no será) Lo peor no es ese nudo entre pecho y garganta, al galope entre la náusea y la falta de respiración.  El muslo de Prosepina: deseo y mármol. Tampoco es lo peor, y es malo, muy, muy malo, desear tanto una piel ajena que al deshacerte de ella se te desgarra la propia.  No. Lo más brutal es el extrañamiento.  Todo es raro. Todo insípido. Nada suficiente. Ni tu nombre suena a tuyo si no es de su voz. Tras la intensidad y el calor extremo no valen tibezas. Las conversaciones cotidianas con los compañeros, que eran la sal del día, te aburren, te suenan como un eco lejano al que asientes sin sentir. Al acabar la jornada no te encuentras en tu libro, ni en tu tele, y en tu paseo no sabes dónde ir. No sabes qué hacías

Los últimos días del verano

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Son bien raros los últimos días del verano, sí. Dice la Selgas que no le gustan un pelo, a mi pues no lo sé. Los de este año me traen algunas conclusiones intrascendentes que, si bien seguramente no os interesen, como es mi casa y hablo de lo que quiero, a renglón seguido paso a enumerar: Que las vecinas son necesarias y si se pudieran elegir no sería lo mismo. Que el melocotonero no tiene término medio, se parece mucho a mi. Que me gusta la fiesta mas que a un tonto un bolígrafo y perdí mi oportunidad de ir a Ortigueira hace años ya. Que la belleza está en el interior, sí, pero que una piel dorada ayuda mucho. Que no dormir no me sienta tan mal, y que a falta de noches en vela, como propósito de enmienda, sería bueno madrugar. Que sigo sin ser capaz de establecer un orden de gravedad entre los pecados capitales, es más, empiezo a dudar de las propias categorías. Pero eso es post aparte, hay mucha harina en ese costal.  Que gastarse 60 euros en depilarse o 16

Camping Camaleón

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Alguien debería contar la historia de este lugar. A veces la memoria está hecha de postales, postales sobre las que el tiempo se encarga de poner destellos dorados.  Y en esta postal de mi memoria el destello era multicolor, como el de una gota de aceite de coche en un charco. En realidad, más que una postal, el recuerdo de este lugar era una bola psicodélica convertida en recuerdo esencial (sí, acabo de ver  la peli , otro día cuento qué me parece). Y digo "era" porque he vuelto al lugar y, claro, el recuerdo ha cambiado.  Es algo que me pasa mucho últimamente, ahora que de todo hace 20. Contactamos con los que fueran nuestros gurús gaditanos, la conocida colonia freak del Puerto. Podría decir que están igual, pero no, tampoco. Siguen siendo aquellos personajes de cháchara infinita dotados de la misma habilidad para acuñar términos de entonces;  conservan intactas sus dotes magnéticas y arrolladoras, capaces de convencerte de casi todo, e idéntica despreocupació

Cosas que ando buscando

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Un buen tatuador. Una piscina natural en el sur de Salamanca.  Unos pendientes de aro.  Un alquiler barato en el barrio.  Un editor.  Un trabajo digno y remunerado.  Una playa nudista que esté de la mitad para abajo de Portugal.  Unos vaqueros que me sienten bien.  Una novela que pese poco y me sea deliciosa.  Una receta para dar salida a las berenjenas del huerto. Un elixir que alimente mi paciencia. Y, ya puestos, otro que mitigue mi mal humor.  Un lugar donde celebrar a lo grande mi cumpleaños.  Unas pinzas de depilar que sustituyan a las viejas.  Una canción que me quite esta que no se me va de la cabeza.  Un producto milagro para limpiar la grasa de la campana de la cocina.  Una razón, o dos, para no meterme en la boca del lobo.  Sugerencias, por privado.  Gracias.