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Mostrando entradas de octubre, 2015

Qué cosa el amor. Y qué cosa las fresas salvajes.

Me piden que escriba sobre el amor. No aquí, claro, en otro sitio. Y me pone contenta. No que sea sobre el amor, eso no especialmente. Y es que, vaya tela, sobre el amor, nada menos. Tendemos a pensar que es una cosa muy grande, el motor de universo y todas esas mierdas. Pero hoy se me ocurre que es más bien la consecuencia de cosas muy pequeñas  que estallan a lo grande; o que, al menos, ahí está el germen de lo que entendemos por amor, así convencionalmente.  Hoy no tengo ninguna gana de pensar en el amor en términos filosóficos, ni biológicos, ni tampoco culturales. No hablaré, hoy al menos, de las diversas clases de amor en función de sus múltiples sujetos y cuáles sean sus parentescos o ausencia de estos entre ellos. Ni mucho menos me apetece hacer reflexiones sobre el amor de pareja  heterosexual, monógama y todo eso que terminará puliéndonos como especie. Ni me voy a cagar en el mito del amor romántico que va dejando cadáveres a su paso. Así que me dispongo a divagar,

Algún día mis ojos encenderán luciérnagas. Siempre Gioconda Belli.

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Collage obra de Mariano Percinetti. Estoy viva como fruta madura dueña ya de inviernos y veranos, abuela de los pájaros, tejedora del viento navegante. No se ha educado aún mi corazón y, niña, tiemblo en los atardeceres, me deslumbran el verde, las marimbas y el ruido de la lluvia hermanándose con mi húmedo vientre, cuando todo es más suave y luminoso. Crezco y no aprendo a crecer, no me desilusiono, ni me vuelvo mujer envuelta en velos, descreída de todo, lamentando su suerte. No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro, de la tierra parida, el canto de los pueblos, los brazos del obrero construyendo, la mujer vendedora con su ramo de hijos, los chavalos alegres marchando hacia el colegio. Si. Es verdad que a ratos estoy triste y salgo a los caminos, suelta como mi pelo, y lloro por las cosas más dulces y más tiernas y atesoro recuerdos brotando entre mis huesos y soy una infinita espiral que se retuerce entre lunas y soles,

Lily Allen tiene miedo. Yo, de momento, no. Algunas reflexiones sin ton ni son.

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Plastic rima con fantastic. Pero eso ya lo sabíamos, que sí. En este momento que me ha tocado, o que me he buscado, sólo ficción y mucho volumen redimen. Y tampoco del todo, no te creas. Tener una cara anodina no importa si sabes poner cara de colgada y posees un culamen como el de la Allen. Esta debe ser la caravana con la que Sara soñaba el invierno pasado. Inspirar ternura me da un poco de repelús o mucho por el saco, no termino de tenerlo claro, ya ves. No me gusta ir de compras acompañada. No me gusta ir de compras. El vestido de la Allen me mola ¿me quedaría bien? Lo de soltar la hoja este otoño me está costando más que al chopo de detrás de mi casa, que no caduca ni patrás. Que ya lo se, que esto no tiene ton ni son, pero sigue siendo mi casa y escribo lo que me da la gana. Faltaría más.

Barra libre, vente,vente...

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Barra libre. Quiero barra libre de besos, y de versos. Que toques la guitarra o el bajo o lo que te de la gana hasta que te duelan los dedos. Y que me cuentes todo lo que sepas, y que te inventes cosas también. Y pasear contigo paseos viejos, tropezar por los caminos y preguntarnos quién coño pinta de blanco las mierdas de los perros en los parques. Que nos pille la tormenta y que se nos mojen las carpetas, cogernos una pulmonía y sudar juntos el catarro después.  Y que se entere todo el mundo, y al que no se entere se lo hacemos saber. Y que todo se nos olvide pero nos deje huella en la piel. Eso quiero. Y quiero que lo quieras tu también, veinte veces después. 

Agujeros negros.

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En sueños todo el mundo entiende lo que es un agujero negro, incluso sabemos cómo funciona.  Algunos, además, somos capaces de pasearnos por la línea esa de no retorno, y volver. Despiertos a veces querríamos que se nos tragara uno, y convertirnos en un punto de densidad infinita y dimensión cero, o como coño sea eso, que ahora estoy despierta y, mira, no entiendo nada.