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Mostrando entradas de noviembre, 2015

Tareas pendientes.

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- ir a pagar la multa.  - devolverte el disco que me prestaste.  - rectificar la factura pendiente.  - recoger las últimas manzanas.  - quitarme el esmalte de las uñas. - pedir hora para el dentista.  - guardar los zapatos de verano.  - preguntar si por fin trajeron de mi talla.  - llevarle los tuper a mi suegra.  - empezar a escribir el artículo.  - terminar de rematar un cuento. - comprar ajos y lejía.   - empezar una rutina facial. La que sea.  - devolver los libros a la biblioteca. - contestar por fin a tu pregunta.  - mirar cuando acaba el plazo de esa convocatoria.  - llamar para preguntar qué tal su padre. - coser el botón.  - cambiarle la pila al reloj.   - contestar ese correo.  - decirte cuánto te quiero. 

Quiero.

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Quiero: No tener frío en los pies.  Volver a Nueva York.  Tocar la pandereta hasta que se me olvide contar los golpes.  Un abrazo, al menos mensual, de más de 20 segundos. Casi me da igual quién me lo de. Madrugar para ir a trabajar. Casi todos los días. V erte reír, a carcajadas si puede ser. Ya ti también. Que no se me pasen las ganas de bailar.  Cumplir el único sueño tangible que tengo, de una puta vez.  Que la furia no me vuelva a agriar el caldo, y que no se me pase el arroz, ya sabes, si tengo que elegir, lo prefiero un poco duro. Descubrir música nueva que me acelere el corazón. Y libros. Y una peli que me deje vuelta del revés. Hacerme traslúcida para poder ocultar mis entrañas sin pasar desapercibida. Es harto complicado, ya lo se. Hablar de gilipolleces hasta el amanecer. De esto me conformo con una vez al trimestre. Pintarme los labios de rojo, aunque no me acabe de quitar el bigote inmediatamente antes.  No tener que pasarme dos días dando v

Vasos comunicantes II

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Y, claro, yo ya no puedo decir "vasos comunicantes" sin acordarme de éstos. Mira que eran divertidos. Y, además, decían muchas cosas, contaban historias y, lo mejor de todo: se entendía lo que decían. Todavía hoy topo con situaciones que me traen algunas de sus expresiones, que enseguida se me hicieron recurrentes. Mira, que siguen gustando. Creo que a mi padre no.

Vasos comunicantes I

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Me  cuesta establecer categorías estancas de algunas cosas: de los pecados capitales. De las emociones. Por poner algún ejemplo. Desde que leí que el hueso de la frente es poroso para que pueda entrar la luz, creo firmemente en la permeabilidad de casi todas las cosas. Y eso que lo del hueso ese no me acaba de convencer, la verdad. Esta creencia, la de la permeabilidad de las cosas, me permite dar cuenta de algunos fenómenos que me pasan por el cuerpo y, sin embargo, me es preciso subir a la cabeza para transformarlos en concepto y poderlos escupir. Por poner algún ejemplo:  hay cosas que me dan entre asco y pena, como los peces.  O rabia y placer, como caer en la trampa zafia de un adulador.  

Canciones que no le gustan a mi padre. La Mala Rodriguez.

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Corría el 2003. Ella cantaba como el culo pero le sobraba actitud. Sus colaboradores tenían infinitamente más flow que ella, pero ella estaba muy buena. El disco sonaba perro y malo, las letras no se entendían pero yo me las aprendí todas. Me acompañó en largos viajes a Zaragoza, y algunas canciones me recuerdan cosas, a parte de las horas intentando aparcar por las inmediaciones del hotel Romareda y las obras del AVE colapsado la cuidad.  Por supuesto el exitazo fue Tengo lo que tú quieres. A todas las chicas nos gustaba, muchas quisimos despelotarnos a su son emulando a Paz Vega en Lucía y el sexo, con esa faldita tannn mona. Pero a mí siempre me recordará a una noche de fiesta en Salamanca, en la que vi como una pareja de gaditanos se miraba con una complicidad que echaba chispas y me hizo rabiar de envidia. Ya ves. Esos dos creo que hoy todavía se quieren.  También me recuerda a otra mala a la que, cuando se encabronaba, le daba por limpiar. Mi marido se sigue preg

Canciones que le gustan a mi padre.

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Pues, por lo que se ve, esto va de saber distinguir para poder decidir, cambiar cosas tibias por huracanes, papeles secundarios, darse de cabezazos y eso. Y de salir corriendo total, pa qué, pa toparse con los mismos miedos de siempre.  Que me parece un temazo de todos los tiempos, que la versión de Corizonas es morrocotuda y un orgullo patrio, si es que tal cosa existe; y que a mi padre le encanta y eso siempre es garantía.