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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Canciones que me hacen llorar III. I´ll be your mirrow.

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Hay canciones que me hacen llorar y ya está. Como una cosa tonta, empiezo y no puedo parar. (Y sí, creo que ésta sí le gustaría a mi padre)

Fun, fun, fun, es navidad.

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De la navidad me gusta: Beber champán y comer turrón del blando, todo junto. Los anuncios de perfumes, mucho. Más que los propios perfumes, mira qué apañadita salgo. El olor del horno encendido. Casi me da igual lo que haya dentro, a baquelita quemada. Cantar, aunque sea la misa campesina. Los peliculoncios que echan por la tele hasta altas horas de la madrugada. O que echaban, ya no se. Y ver con mi padre 2001 odisea en el espacio por millonésima vez. O 7 novias para 7 hermanos, lo mismo me da. Salir hasta las tantas muchos días seguidos, y que siempre haya gente en los bares, empalmar un plan con otro, y una pandilla con otra y así hasta el amanecer. El concierto anual de la Orquesta Diamante, aunque éste año, ya se, no podrá ser. El concierto de año nuevo a todo volumen, aunque la resaca sea infernal. Que me manden mensajes inesperados y personales. Y si no son personales, por lo menos que sean inesperados. Escribir postales, aunque luego se me olvide echarlas al correo

Canciones que me hacen llorar II Eima

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No me hacía llorar, pero un día lo hizo y ya no pude parar. Antes de que me hiciera llorar me hizo bailar. La primera vez fue en Barcelona, en un hotelazo, rodeada de señores trajeados que se inflaban a cubalibres. La canción no sonó allí; pero por aquél entonces, si salías a fumar no era por una prohibición nueva y, claro, enseguida los tarambanas nos encontrábamos. Con un tarambana me encontré, y le cambié el disco por un rato de alegre cháchara. Luego ya me traje el disco a casa y gustó. Le gustó a todo el mundo, lo cantaban las orquestas en las fiestas de los pueblos y todo.  Y ¿cómo fue que un día me hizo llorar?, pues porque siempre estabas medio amarillo y no te quitabas la pelliza ni en medio del infierno. Y porque me besabas sin abrazarme cuando nos encontrábamos y te olvidabas de despedirte si podías.  Así que eso, que el que no te quiera y te busque mal me encuentre a mí. Que han sido muchas pájaras, majo. No se, no creo que ésta canción le guste a mi padre.

Yo salí una noche con CpuntoSpunto.

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León siempre es una buena opción. Y no lo digo porque mi hermana sea de allí , que también. Hasta que no vea a las chicas echando talco en el suelo para bailar, no paro. Ahora que por fin he catado el Purple, tengo más motivos para decir que esa ciudad es un triunfo. Pero, además, hay otra razón. Es verdad, no es una razón muy alta pero sí de peso. De peso específico. Pasaron muchas cosas esa noche. Y otras que no pasaron pero pasan.   De algunas no me acuerdo, otras me las vendrán a recordar.  Pero de lo que ya no me puedo olvidar es de que, aunque no estudié en su promoción, yo salí una noche con CpuntoSpunto .  Ahora necesito volver a verle pero, por favor, que no sea antes de 8 o 10 meses, menos es más. Es un personaje singular.  Primero me hablaron de él y, de inmediato, me entraron ganas de ponerle cara y cuerpo. La reina recia del barrio del MUSAC fue la primera en mentarlo; ella solo adora o detesta, y a CpuntoSpunto, por supuesto, lo adora. Ensegu

Canciones que me hacen llorar I. Redemption song

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Corría el verano del 2003 cuando, cual trío de telmayluises, nos lanzamos a la carretera.  Era mi segunda incursión a las playas gaditanas en ese verano, llevaba el corazón hecho trizas y el firme propósito de recomponerme aunque fuera al borde de un barranco.  Un noche me vestí de amarillo chillón, que en verano, como soy negra, me sienta bien. No tenía ninguna gana de pasar desapercibida.  Pero llegamos demasiado pronto al chiringuito y, en lugar de la tralla electrónica que yo esperaba como agua de mayo, nos topamos con un concierto de reggae dulzón. Allí nos plantamos, en la arena frente a la Gata, ese lugar habitado por artistas de medio y pelo entero, jipis de postal y pandillas de veraneantes que se creían lo uno o lo otro. Y algún colgao, claro. Allí estábamos las tres, bailoteando el conciertito, yo con mi camiseta de rejilla amarilla (que no era mía, que me la dejó Lucía), cuando, de pronto, sonó esta canción. Y, entonces se abrieron todas las compuertas del pantan

Conclusiones tras la senda del oso.

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Que soy más simpática cuesta abajo, pero te quiero más cuesta arriba. O al revés. O yo qué se. Que las ruedas y los pedales están muy bien, pero mis piernas y mis pies son un milagro. Las tuyas también. Que qué rica una solana cuesta abajo, y qué rico un sombrío cuesta arriba. Que al final del túnel se ve la luz, si es que al final de túnel hay luz. Que me veo perfectamente capaz de afrontar un parto a pelo; pero infringirse autosufrimiento, como me parece que implica el deporte, no va conmigo. No señor. Que no es lo mismo un camino circular que uno de ida y vuelta, quién sabe de cuál de ellos será ésta vida. Qué vida ésta. Que un punto de apoyo da seguridad pero, en ocasiones, es un lastre. Y que qué rico sabe un cacho pan en el campo, coño.