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Mostrando entradas de julio, 2017

Purple Rain

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Qué tío raro Prince. Lo mismo se planta un turbante que todo el brillerío posible, que chorreras o a pecho descubierto, que todo a la vez. Se parece, y todo a la vez también, a Raimundo Amador, a mi amigo Chencho, a Cantinflas, al Carlines el de mi barrio y vaya usted a saber a cuántes más, seguro que se te ocurren dos o tres. Y si quiere se cambia de nombre o se hace llamar innombrable. El caso es que cuando uno está a gusto, bien a gusto, sucede que la actualidad le es ajena. Más o menos eso me pasó a mi hace un par de semanas: inmersa en la intensidad como estaba, no me enteré de lo que los medios consideraban actualidad. Hasta que en mi intensidad se abrió una brecha por la que se colaron un par de noticias. Ambas, trágicas las dos, venían con canción: una era el Lince Ramón, que me gusta muchísimo y ya si eso otro día te la canto o te la cuento, y la otra la misma que ilustra este post. Purple Rain me lleva desde sus primeros acordes a un diminuto paraíso gallego.

Pensamientos de sofá un sábado noche.

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No esperéis un post con pies y cabeza. No lo es. Bruno Munari es dios. La lectura de un libro casual puede trastornarte el humor para toda la semana. Lo empiezas con pereza, lo sigues con ansia, lo terminas con desasosiego y luego ¿qué coño leo? Es impresionante como un comentario en redes de una persona a la que en otro tiempo conociste, amaste y temiste a partes iguales es capaz de ponerle cuerpo a una noticia gastada de la televisión. Y hacer que una verdad espeluznante y lejana te mantenga perturbada y desvelada hasta altas horas de la madrugada. Hace falta estar loca y ser valiente para coger tu petate de vida acomodada y largarte a ver si lo que dice la tele es verdad, a meter los pies en el fango dispuesta a morirte de miedo y de vergüenza. Te sigo admirando a través del tiempo y la distancia, amiga. Todos los fines de semana tendrían que tener tres días. O al menos dos para todo el mundo, que todavía me acuerdo de mis tiempos de tendera, cuando adoraba los domi

Los Planetas, a Hierro y Níquel. Como el arco de la radial.

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Pues mira, para empezar me parecieron siempre ridículos. Igual porque al Jota no se le entendía nada y a mi, si cantas en castellano, pues mira, me gusta entender. Pero soy hija de mi tiempo y, aunque no me pilló de lleno, Los Planetas no podían pasarme por encima. Había una canción que sonaba siempre en los bares, solo entendía lo de los millones de rayas y me parecía una chorrada. Además los confundí siempre con Los Piratas, que luego resultó ser la banda del triste del Ferreiro, que también, cuando te coge, te coge como el arco de la radial. Y a mi hermana le cogieron, el Ferreiro y Los Planetas. Aunque como fue en la época en la que nos hicimos amigas pero nos separamos, pues no pudimos compartirlo. Razón de más para que me parecieran siempre cosa de jóvenes modernos. Lo que significó este póster, que es casa, ya si eso que lo cuente ella. Un verano me leí su biografía, Una semana en el motor del autobús . Sólo leo biografías de gente que, en principio, no me interesa

Madrid era un infierno III Lay Down

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Hay un Madrid que es esta canción exactamente. No lo conocí, lo imaginamos muchas veces y debió ser un infierno muy oscuro. Apagábamos las luces, fumábamos (bueno, fumaba yo), encendíamos velas y hablábamos de casi todo menos de lo vital. De eso no se habla. La canción es bellísima, con su estallido y su cresccendo casi insoportable. A mi padre le gusta. Cualquier día se la recuerdo.

La ficción que nos salva.

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Ochocientos cojines.  Una manta enredada en ellos.  La tapicería del sofá no muy limpia.  Manchas de tedio en las paredes. Libros sin leer y libros releídos juntos.  Abrazada a la ficción que, a ratos, es lo único que nos salva.